lunes, 13 de julio de 2015

Buscando la madurez emocional

Ella era una chica tímida que iba todos los domingos al servicio dominical, hacía su devocional todos los días bien temprano en la mañana, mantenía una buena relación con el Señor mediante la oración, inclusive su manera de vestir y hablar agradaba a Dios. Era vista por todas las personas de la iglesia como una sierva temerosa bajo los ojos del Señor. 

No era una cristiana pasiva; servía al Señor en su iglesia de manera frecuente con mucha alegría y humildad, era una chica que todo hombre de Dios desearía tener. 

Pero un día, puso su mirada en otro chico que iba frecuentemente a la iglesia.En apariencia era un buen chico, sus hombros amplios y fuertes demostraban ser un hombre protector, su sonrisa la deslumbraba, hasta el punto de hacer su corazón latir tan fuerte que más pronto que tarde puso esto en oración y le pidió al Señor un hombre como él.

Rápidamente su fe y sus esperanzas se pusieron en ese chico que le empezaba a gustar: ¿Será que le gustaré? –Se preguntaba – ¿y si me pongo más bonita para que él se fijé en mi? Hmm..¿qué tal si me siento en la misma banca donde él se sienta?,¿Y si lo invito al grupo de jóvenes de los sábados?. Todas estas estrategias se empezaron a formar en aquella chica que buscaba (por lo menos en su mente) agradar a Dios con esta futura relación. La “química” fue casi instantánea, sus miradas se encontraban a cada rato y el proceso de atracción se consolidó por unos cuantos mensajes de texto.

Comenzaron a salir, se encontraban en la plaza, a veces iban a tomar un helado y todo fluía con naturalidad, parecían la pareja perfecta. Inclusive ella faltaba a unas cuantas veces a su célula y al grupo de oración para estar con él. Cuando se sentaban los domingos juntos a escuchar el servicio, eran más las agarradas de mano y las miradas más importantes que el sermón del día.
Poco a poco su pasión por el Señor se fue apagando como aquella vela que llega a su final y su espiritualidad fue cediendo cada vez más por el fuerte deseo de estar con él. 

Un día, ella fue al centro comercial a comprarle un regalo a su flamante novio. Planeaba darle una sorpresa, así que compró el regalo y se lo fue a llevar. Cuando estaba llegando al sitio donde él normalmente estaba, se encontró con una escena que la dejó helada y sin aliento: Su novio estaba hablando y coqueteando con otra chica, lo miraba profundamente, inclusive sus manos estaban tocando su pecho. No hizo nada en ese momento, sino que se devolvió y enseguida derramo sus lágrimas pidiéndole al Señor una explicación. Ella le pidió a Dios que le mostrara su voluntad para con esa relación.

Otro día fueron al cine, él aparentaba ser totalmente normal con ella, pero la duda estaba en su corazón. En un descuido, y en un arrebato de celos aprovechó que él se fue al baño y tomó su celular para espiar sus mensajes. Encontró que varias chicas le escribían para salir con él, inclusive fotos y vídeos indecentes. Su mirada fija cayó lentamente y su confianza puesta en aquel chico fue traicionada vilmente, su corazón estaba destrozado.

¿Por qué me pasó esto si quería agradar al Señor con mi vida? – Se pregunta con lágrimas en los ojos. Ese chico perfecto y aparentemente “cristiano” no era más que un patán con todo y zapatos!

Así como esta historia le ocurrió a esta chica, seguro que a ti o a otra persona que conoces le ha pasado, poner su corazón y sus esperanzas en alguien que no lo merece y no vale la pena, al punto de perder el equilibro emocional y poner su fe a prueba. La palabra de Dios, siempre tan sabia, nos advierte de este peligro que corremos todos los jóvenes en algún momento en nuestras vidas. Quiero darte varias recomendaciones para que guardes tu corazón y ya no sufras más:

1) Examina tu vida delante los ojos de Dios y reconoce que eres vulnerable

En Romanos 7:18-19 dice: Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Vinimos siendo pecadores a este mundo, nuestra naturaleza es de pecado y siempre vamos a tener tendencia a pecar,a observar y a codiciar a hombres que te parecen atractivos (inclusive con novia y hasta casados!) y a ser tentados por el mundo. Sino reconocemos nuestra vulnerabilidad y que somos débiles en la carne, no podremos enfrentar adecuadamente las tentaciones que vienen a nuestras vidas (1 Cor 10:12).

2) Ponte límites adecuados, si sabes que el fuego quema, mejor apártate

Fuimos creados por Dios como seres sociales y sexuales (Gen. 2:18,24). El deseo sexual entre una mujer y un hombre fue creado por Dios y no podemos simplemente “apagarlo” (aunque sería genial algunas veces!). Así que pon a raya a todos esos chicos que simplemente te quieren como un trofeo de caza, y esos hombres que buscan solo un rato “chévere” contigo (1 Pedro 5:8). Una relación de amistad cercana es suficiente para comenzar, si tus objetivos son de empezar a buscar tu futuro esposo. Lo otro es que cuides mucho tu imagen y la forma de vestir, porque nosotros los hombres somos muy visuales y nos llama mucho la atención el cuerpo de una mujer. Esta es un arma de doble filo, y podrías despertar el tigre que hay en ellos.

Cuida tus abrazos, algunos hombres son especialmente susceptibles a eso. Un mandamiento del Señor es amar a nuestros semejantes, así que no es sano que andes tocando mucho (si no te interesa ese chico) porque puedes hacerlo pecar de pensamiento o acción.

3) Pon tu mirada fija en Dios por sobre todas las cosas

Debes poner tu confianza en Dios y no en los hombres, esa es la clave para que no sufras por un chico que no te merece (Salmos 40:4). Una mujer que desvía su mirada, como la chica de la historia, simplemente no busca un chico para satisfacer a Dios sino a su propia carne. Si pierdes el enfoque, no encontrarás nada bueno, porque un hombre de Dios puede capar fácilmente y discernir en tus propias acciones. Si vas a la iglesia para buscar chicos simplemente, tu corazón esta errado y serás descartada fácilmente por los hombres que sí vale la pena. (2 Tim 2:22)

4) Es mejor estar sola que mal acompañada

El yugo desigual que nos habla Pablo en 2 Corintios 6:14 no solamente habla de evitar emociones sentimentales y amistad cercana con los chicos que no son cristianos, es más amplio. En general evita a los chicos que dicen ser “cristianos” pero no demuestran una madurez espiritual y servicio al Señor, que por cierto, de eso hay mucho en las iglesias de hoy en día. Si es digno de ti debe primero demostrárselo a Dios y luego a ti, para que puedas aceptarlo.
No le hagas trampas a Dios. Llevar a un chico que te gusta a la iglesia para tratar de “meterlo” a cristiano no es salvarlo para Dios sino para ti, esto es signo de inmadurez aparte que es pecado. No debes poner tu corazón en un hombre que no está aprobado por Dios. Ahórrate malos entendidos en el futuro y evita este tipo de personas.

A veces la soledad se convierte en una prueba de fidelidad a Dios. No desmayes!

5) Dile NO al pecado

Puedes tener proposiciones tentadoras en el mundo y hasta en la propia iglesia, algunas cristianas inmaduras prefieren más bien a los chicos malos que no tienen a Dios en su corazón que a los que están consagrados solo porque las hacen sentir bien. Evita ser relacionada con hombres del mundo, evita estar a solas con otro chico que no tiene intenciones dignas contigo. No contestes mensajes de hombres que intentan seducirte para quedarse a solas contigo!

6) Espera en Dios, te dará lo que necesitas el momento adecuado

Cómo dije en el punto cuatro, a veces la soledad se convierte en una prueba. Este tema es digno de un post completo. Como recomendación trata de no pensar en eso, porque Satanás puede aprovechar una bajada de ánimo para tentarte. A veces lo que te parece a ti no es lo que realmente es. Si tu mirada está puesta en Dios y te guardas para él, te seguro que más de chico ya te ha estudiado (¡si! Los hombres estudiamos a las mujeres todo el tiempo) Quizás tu próximo esposo está en tu propias narices y ni te has fijado!, solo Dios pone el querer como el hacer en nuestros corazones y en su momento (y no en el tuyo) es que él se va glorificar. 

¡Nos vemos en el espejo!

Eliath González

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